Médicos del Mundo interviene en medio centenar de casos para evitar ablaciones
La ONG actúa en el Clínico, el San Jorge y el Servet y calcula que más de 2.000 mujeres en Aragón proceden de zonas de riesgo.
LARA COTERA. Zaragoza
La lucha contra la mutilación genital femenina va dando sus frutos, pero aún hay muchas niñas que corren el riesgo de ser sometidas a esta horrible práctica. En Aragón, la organización Médicos del Mundo estima que viven entre 2.000 y 3.000 mujeres empadronadas que proceden de zonas de riesgo como Mali, Gambia o Somalia. Muchas sufrieron la mutilación en su infancia, otras no, y el reto es conseguir que sus hijas no pasen por el trance.
En lo que va de año, Médicos del Mundo ha intervenido en medio centenar de casos para evitar ablaciones. Cuentan con matronas y médicos en las Maternidades del Miguel Servet, el Clínico Universitario y el San Jorge de Huesca que les informan de cuándo una mujer ha dado a luz allí y es de una zona de riesgo.
Entonces, unas mediadoras de la organización, conocedoras del idioma y las costumbres de estas parturientas y de su misma raza, acuden al hospital para informarles de las razones para no practicar la técnica a sus hijas. Allí les explican desde los principios puramente humanos para no hacerla hasta los que marca la ley.
En los últimos años se van viendo menos casos, algo a lo que ha contribuido el hecho de que países como Mali o Egipto han prohibido la práctica. Sin embargo, cada verano vuelve a ser una época sensible. Algunas familias pasan las vacaciones en su país, y allí la presión de las etnias puede hacer que las niñas vuelvan mutiladas.
Actuaciones en centros de salud:El Gobierno de Aragón tiene un protocolo, pero este no es muy conocido. Médicos del Mundo, por su parte, llegó a un acuerdo con el Salud para formar a profesionales de 20 centros de salud de Aragón. Este año, se ha acudido a 10, los de Zaragoza, entre los que están el de Delicias, San Pablo o Torrero.
En total, se ha formado a 150 sanitarios, que muchas veces, por razones de idioma o distancia cultural ven problemas para actuar en estos casos. La ONG les anima a informar a estas familias si son sus pacientes y a hacer labor de prevención. Por ejemplo, en casos en los que se ve que existe mucho riesgo (por ejemplo porque la familia viajará en verano con sus hijas a su etnia de origen, donde sigue arraigada esta trágica costumbre) se les anima a que entreguen a los padres una hoja que deben firmar, y en la que se comprometen a que la chica pasará sendos exámenes del pediatra, a la ida y a la vuelta, para corroborar que no ha sido mutilada.
"Nuestra idea es también empezar a trabajar para que si la familia no quiere colaborar, ni firmar el papel, ni atender a razones, podamos informar a la Fiscalía de Menores para que actúe en algún sentido, como impidiendo el viaje", explica Julia Moreno, trabajadora social de Médicos del Mundo. La práctica está penada con hasta 12 años de cárcel y retirada de la patria potestad.
La ONG insiste en que su prioridad es la prevención y no el castigo o la amenaza legal, aunque romper siglos de tradiciones es difícil. En Aragón, ya ha habido algún caso en el que a una familia se le ha retirado la custodia, al menos temporalmente. En Huesca, por ejemplo, se ha creado una comisión interdisciplinar de profesionales y es este el modelo que se quiere exportar a todo Aragón, porque se trabaja con centros sanitarios, colegios u otros grupos, y se pueden abrir investigaciones en profundidad.
Graves consecuencias: La mutilación genital no solo causa un tremendo dolor a las mujeres cuando se les practica y pone en riesgo su vida. Al contrario de lo que muchos piensan, no se trata de una práctica religiosa (el Corán no hace alusión a ella en ningún versículo), y sus complicaciones físicas (hemorragias, infecciones, menstruaciones dolorosas, incontinencia?), psicólogicas y para la vida reproductiva pueden ser gravísimas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la práctica afecta anualmente a tres millones de niñas, principalmente en 28 países de África y Oriente Medio. Ciertas culturas piensan que las mujeres no mutiladas no pueden concebir, y creen que mitiga el deseo sexual de la mujer (por lo que tiende a ser más fiel) e incrementa el placer masculino. Todo esto es absolutamente falso, y muchas veces no solo sufre tremendamente la mujer durante el acto sexual, sino también su pareja.
Por eso, una tercera línea de acción de Médicos del Mundo está directamente enfocada a la formación de las mujeres, las principales afectadas. De dan unas charlas (12 ó 13 sesiones), en las que se les habla sobre maternidad o crianza, pero al final todo se relaciona con las nefastas consecuencias de la ablación para la mujer.
Coumba Sow: "Lo que más asusta es que les quiten a los hijos"
Esta senegalesa es una de las dos mediadoras que acude a los hospitales en Zaragoza
No es fácil hablar de la mutilación femenina ni entrar de lleno en el mundo de las tradiciones y los principios de ninguna familia. Ni siquiera cuando eres de su misma raza y compartes su color de piel y su cultura. Coumba Sow, senegalesa de 32 años, lo sabe muy bien.
Ella es enfermera y lleva diez años en Zaragoza. Cada pocos días la llaman del Servet o del Clínico. Allí acude a las habitaciones de las mujeres que han dado a luz y de las que se sospecha que pueden practicar la ablación a sus hijas. "Suelen ser receptivas", insiste Coumba. "Aunque sí que es cierto que a veces la decisión sobre lo que se hará depende mucho del marido o de lo que digan los familiares", dice.
Estas etnias sienten un tremendo respeto a sus mayores y muchas veces someten a sus hijas a la ablación porque las mujeres de su familia también la sufrieron. Desautorizar los deseos de las matriarcas supondría un duro enfrentamiento con la familia.
"Muchas se entristecen cuando hablan del tema. Al principio tal vez no reconocen que a ellas se la hicieron, pero luego están tristes cuando hablan de su caso. Algunas aseguran que ellas se encargarán de que sus hijas no pasen por lo mismo. Otras están más dubitativas, pero lo importante es que escuchan con atención lo que se les dice", comenta Coumba.
Algunas etnias lleva a cabo esta práctica atroz cuando las niñas tienen entre 3 y 6 años. Otras, como rito dentro del paso a la edad adulta. A muchas, se las hicieron de bebés y no recuerdan nada.
"Es cierto que a veces, aunque seas de su raza, piensan: 'Mira, una a la que le han lavado la cabeza los blancos'", comenta la mediadora. Ahora bien, hay algo que les hace reaccionar incluso en estos casos. "Lo que más les asusta es que les quiten a los niños, a sus hijos e hijas. Saben que la ley es dura en estos casos, y eso les impresiona mucho", concreta.
De hecho, si mandan a la niña de vacaciones al país de origen y vuelve mutilada, se considerará a los padres responsables, aunque no haya sido ese su deseo ni hayan intervenido. "Por eso muchas madres te dicen que, en las vacaciones, no les quitan ojo a sus hijas. Ellas mismas evitan el trance".